MASCARÓN DE PROA

En situaciones límite vemos cómo el ser humano se moviliza, dispuesto a ayudar. Sin lugar a dudas es una actitud extensamente valorable y es lo que se espera de las personas como miembros de una sociedad. Pero qué sucedería si las personas tuviéramos la capacidad de movilizarnos impulsadas por la simple voluntad de ayudar, de comprometernos, por el mero convencimiento del poder de conquista y formación social del voluntariado.

Sin desvalorizar las respuestas sociales a las catástrofes, tal vez esto nos muestre una vez más que todo aquello que no pasa a través de los medios de comunicación es invisible, o simplemente no existe. Quizás, la voluntad de ayudar debería ser parte de nuestra identidad, y estar en la base de nuestra formación y no tan en el fondo de nuestro ser, capaz de aflorar cuando las imágenes nos conmueven.

Es necesario que el voluntariado forme parte de nuestra educación de base, porque la solidaridad es, al fin y al cabo uno de los principios básicos de la vida en comunidad. Todo aquello que queremos que sea parte de la base del comportamiento de una sociedad, debe ser una política de estado. ¿Por qué? Porque las decisiones políticas con el correr del tiempo les dan forma a la conducta social. ¿Cómo? Los gobiernos pueden crear programas, campañas, proponer modificaciones legislativas o nuevas leyes, e incluso crear instituciones para llevar adelante proyectos educativos o de desarrollo social.

No es poco habitual que al escuchar hablar de voluntariado nos imaginemos personas de ascendencia europea junto a niños en una tierra árida de algún lugar de África, imagen que es en sí conmovedora y situación a la que no queremos quitarle importancia ni valor humanitario.

Lo que  proponemos acá es hacer un planteo más de base del asunto y proponer un voluntariado más cercano. ¿Te imaginás cómo sería si los chicos de las escuelas o simplemente los vecinos pudieran participar en proyectos para el bien común?; en parquización de espacios verdes, selección de residuos, colocación de cartelería, pintura, refacciones, instalación de terminales de ejercicio o de juegos, construcción de viviendas, ayuda a damnificados  y todo lo que pueda hacer a las tareas del día a día de una ciudad.

¿Y por qué hacer algo que le “corresponde” al Estado? Porque participar en el mantenimiento de la ciudad en que vivimos y ayudar a las personas con las que convivimos en la comunidad nos forma y determinada la manera en la que nos vinculamos con los demás seres humanos y en la que cuidamos y valoramos los bines comunes que existen gracias a nuestro propio esfuerzo. Además educa a los chicos para sentar así la base de una convivencia social más amigable. Claro que esta respuesta no es taxativa, y esperamos que el lector encuentre más razones que puedan contestar esta pregunta. Mientras tanto, tenemos algo para contarte.