La revolución moderna de los medios masivos de comunicación, encabezada por la gigantesca e imparable repercusión de las redes sociales en todo el mundo, trajo aparejado un nuevo problema: el exceso de información. En la actualidad, en pocos minutos se difunden incontables noticias, opiniones, reflexiones, trabajos y demás publicaciones; los aportes son infinitos y diversos, al punto que en ocasiones resulta difícil determinar su fiabilidad.
Resistir a la inmensidad de este mar no solo es en vano, sino imposible. Es necesario adaptarse a ella y, para eso, debemos contar con las herramientas que nos permitan discernir entre lo que es o puede llegar a ser “real” y lo que no es más que un simple rumor o una simple opinión. No es una tarea fácil, pero sí, imprescindible si uno busca nutrirse de hechos que lo ayuden a comprender un poco más el estado de cosas y no llenarse de datos falaces y erróneos o de conjeturas.
Corroborar los datos temporoespaciales, por ejemplo, es fundamental para estar seguros de que la información que se provee corresponde, efectivamente, a la realidad coyuntural a la que alude. Esto es especialmente importante cuando se trata de videos o fotografías, los cuales muchas veces se utilizan para ilustrar situaciones diferentes a las que representan con intención de confundir a los receptores o instaurar determinada idea en la sociedad.
La descontextualización es otra de las grandes estrategias que se utilizan con el mismo fin. Con frecuencia, se recortan entrevistas, discursos u opiniones escritas y se los coloca aislados de los cotexto y contexto originales, de modo que pierden su significado o adquieren uno nuevo, independiente o divergente del que se pretendía transmitir.
Si queremos asegurarnos de que nos están ofreciendo información verdadera, también debemos verificar las fuentes, para poder garantizar que las estadísticas, los números, los nombres y demás datos que hacen al artículo o video en cuestión no sean dibujados. Es decir que, ante un informe periodístico sobre el dinero invertido en obras públicas en un país, estado, provincia o municipio, por ejemplo, es fundamental corroborar la información con las pruebas concretas mediante fuentes oficiales (en este caso, boletín oficial o documentos públicos específicos). La ausencia de estas pruebas convierte a una publicación en mera conjetura.
En términos de gramática, el uso del condicional (habría) y de las formas impersonales (“dicen que”, “se habla de”) son indicadores de la falta de datos concretos y de la calidad de suposición o inferencia, las cuales van siempre acompañadas de subjetividad y tendencia ideológica. Quien tiene información infalible, no ofrece suposiciones.
Por último, pero no por eso menos importante, hay que prestar mucha atención al léxico. No existen palabras inocentes; los términos que se eligen son intencionales y tienden, también, a generar cierto tipo de respuesta o reacción en el receptor. No es lo mismo decir, por ejemplo, “El primer ministro afirmó que si no se cumplen los requisitos se aplicará XX medida” que “El primer ministro amenazó con aplicar XX medida”. Se podría decir que el primer caso es un tanto más “objetivo”, mientras que el segundo utiliza un verbo subjetivo para comunicar la misma noticia. La adjetivación y el uso de verbos con connotaciones negativas o positivas, según los intereses de cada autor, son un método casi silencioso y que suele pasar inadvertido para el público en general, por lo que constituyen una herramienta poderosa de manipulación ante la cual se debe estar muy consciente y atento.
Queda claro, a partir de lo anterior, que si bien la era de la comunicación nos ha ofrecido inmensos beneficios, también nos ha traído mucha desinformación. Para poder navegar a través de las redes y las publicaciones en línea (y también las impresas), tenemos que aprender a filtrar esa “información basura” y a utilizar lo que realmente nos ayude a entender la realidad y a formar opiniones basadas en hechos y no en presunciones. El fin debería ser adoptar ese rol activo y ser el autor de las opiniones propias para evitar repetir las ajenas y caer en el abismo de la ingenuidad.
Lilou Ambay Lingüista
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