top of page

Una verdadera misión faraónica

Los templos colosales de Abu Simbel están ubicados en la costa del río Nilo, en el sur de Egipto, y fueron construidos bajo la orden del faraón Ramsés II, cuyo reinado duró 67 años. Los arquitectos e ingenieros de estos templos le confirieron un poder especial: alinearon cuidadosamente la entrada para que dos veces al año los rayos del sol penetraran el santuario interno e iluminaran las caras de los dioses que se encuentran en su interior. Durante más de tres mil años, este espectáculo ocurrió durante los mismos dos días cada año; el 22 de febrero y el 22 de octubre, y ha atraído a miles de visitantes, pero en la década de 1960, muchos temieron que el fenómeno de luz no volviera a verse nunca más. Abu Simbel estaba bajo la amenaza del mismo accidente geográfico que le había permitido prosperar a los reinos antiguos: el río Nilo.


Pasado y presente - Entrada del templo de Ramsés II. Complejo Abu Simbel, Egipto


El gobierno egipcio necesitó aprovechar el potencial de este río, y construyó la represa de Asuán. Esta enorme estructura, de casi cuatro metros de largo, crearía paulatinamente una reserva que se extendería 500 km a fin de proporcionar energía a la mitad de Egipto. Pero había un problema: el lago que se generaría inundaría el terreno en el que se emplazaban más de 20 monumentos antiguos, de los cuales los más grandes y más importantes eran los de Abu Simbel.




Interior del Templo de Ramsés II

La imponente fachada del templo principal de Abu Simbel tiene 33 metros de alto. Escondidos detrás de la entrada, se encuentran 14 salones y cámaras que se internan hasta el corazón de la montaña. Cada uno de los salones está decorado con estatuas y pilares, y las paredes están adornadas con jeroglíficos. El piso está construido de forma ascendente hasta la habitación más importante del templo: el santuario interior que contiene la estatua de Ramsés sentada junto a tres dioses poderosos. Es a través de este corredor angosto que, dos veces al año, un rayo de luz solar ilumina tres de las estatuas, mientras que la cuarta, el dios del inframundo, permanece en total oscuridad.

Preservar este espectáculo único sería la tarea más desafiante para los ingenieros, sin embargo, había un problema más urgente: a menos que tomaran medidas de inmediato, el templo quedaría sumergido bajo el agua. El gobierno egipcio envió una solicitud urgente a las Naciones Unidas para que ayudaran a salvar los templos. Expertos de más de 50 naciones unieron sus conocimientos para encontrar la mejor forma de hacerlo. El desafío más abrumador era la configuración de la montaña de Abu Simbel.


¿Cómo lo hacemos?

Una de las ideas era dejar que el templo se inundara y convertirlo en un acuario colosal construyendo un domo alrededor del terreno para que las personas pudieran observar el templo desde arriba y un elevador para que pudieran verlo más de cerca. El problema más grande con este plan era que los templos están tallados en arenisca, que es muy porosa, y con el tiempo el agua erosionaría la piedra, provocando que los templos se derrumbaran.

Comenzaron a darse cuenta de que la única manera de salvar los templos era moviéndolos. Los ingenieros calcularon que la inundación generada por la represa aumentaría 60 metros los niveles de agua. Para garantizar la seguridad de los templos, debían elevarse al menos 65 metros y desplazarse 200 metros hacia adentro. Parecía un problema casi imposible de resolver.

Ubicación original del Abu Simbel

Una opción era elevar el templo hacia el nuevo terreno en una pieza. Los encargados de moverlos debían cortar alrededor del monumento entero para liberarlo de la montaña. Debajo, instalarían 650 gatos hidráulicos, los cuales, impulsados al mismo tiempo, elevarían progresivamente 250 mil toneladas de un milímetro a la vez. Una vez que estuvieran completamente extendidos, se reemplazarían con pilares, que formarían una plataforma debajo de la estructura para que los gatos pudieran volver a colocarse y, de esta manera, llevar el templo al siguiente nivel. Esta operación debía repetirse doscientas veces: el riesgo era enorme. Nada de peso semejante se había movido antes; si algún gato o pilar fallaba, los resultados podían ser catastróficos.



Había otra forma: utilizando el nivel de agua en ascenso a su favor, los encargados de mover los templos propusieron encerrarlos en un inmenso arco de concreto y, luego, a medida que el nivel de agua subiera, los templos se trasladaría a flote hacia un lugar seguro. Una idea brillante, pero las aguas demorarían más de 6 años en elevar la pesada carga hasta la nueva ubicación, y existía un serio riesgo, ya que en caso de una tormenta, los templos podían dañarse.


La solución final

Los ingenieros comenzaron a darse cuenta de que los templos de Abu Simbel eran simplemente demasiado pesados para mover en masa. La única solución práctica era la menos atrayente: cortar los templos en secciones más pequeñas para la gran mudanza. Esta idea horrorizó a los arqueólogos, sin embargo, a principios de 1964, un equipo internacional de 200 ingenieros y contratistas de Suecia, Italia, Francia, Alemania y Egipto comenzaría la tarea monumental de desmantelar y volver a ensamblar Abu Simbel. Pero antes de hacerlo se realizó un trabajo preparatorio, que incluyó estudios geológicos, determinación de fisuras en las rocas, estudios de aguas subterráneas y de drenaje, pruebas de cortes de las rocas, pruebas de la resistencia de la roca a la incrustación de varillas metálicas. Además se realizaron dibujos con medidas y se tomaron fotografías de diferentes ángulos.

El comienzo de la operación

Ensamble de las partes de las estatuas de Ramsés II

Los ingenieros observaron que no podían cortar los templos en bloques iguales, ya que esto dejaría la fachada con el aspecto de un tablero de ajedrez, y los cortes a través de una nariz o un ojo podrían generar marcas irreparables, por lo que adaptaron cada corte para minimizar el daño. Pero no era solo la fachada la que debía cortarse; las habitaciones del templo dentro de la montaña, las columnas, los cielorrasos y las paredes con jeroglíficos también debían separarse. Debían hacer más de 5000 cortes para dividir el templo en 1015 bloques que pudieran transportarse. Los bloques más pesados y más valiosos que debían rescatarse en Abu Simbel eran las cabezas de Ramsés, que pesaban 30 toneladas y estaban esculpidas casi 20 metros hacia arriba de la montaña misma. Dado que no podían usar explosivos para mover la roca que yacía encima de los templos subterráneos y, de esta manera, alcanzarlos, ya que podía dañarse la estructura, cortaron la montaña con cables de acero y motosierras. Se necesitaron 500 hombres y siete meses a fin de retirar la cima de la montaña completa.

Para cortar la roca, primero cubrieron cada línea de corte con vendas protectoras a fin de evitar que los bordes de la arenisca se derrumbaran al cortarla. Los cortes debían tener menos de 8 mm de grosor, y debían realizarse en el ángulo correcto, para que la piedra no se agrietara. Un movimiento erróneo podía reducir las rocas a escombros. También debieron encontrar una forma de mover cada bloque sin dañarlo, de modo que diseñaron un método ingenioso mediante el cual usaron dos varas de metal que funcionarían como escarbadientes hincados en queso. La longitud total de los cortes en los templos de Abu Simbel superó los diez kilómetros, y se requirieron nueve meses de serruchado constante y agotador para desmantelar los templos.

La magnitud de esta operación no tenía precedentes. Los cortes debían hacerse a mano para preservar todos los dibujos y las pinturas de las paredes. Se necesitaron 500 trabajadores a lo largo de nueve meses para completar los cortes de Abu Simbel. El siguiente desafío era trasladar y volver a ensamblar los templos antiguos en una carrera contra el creciente río Nilo. Las piezas se transportaron muy lentamente en camión a través de 800 metros hacia el sitio de almacenamiento, donde se mantenían hasta que estuvieran listas para ensamblarse nuevamente. Los bloques tenían códigos para que pudieran saber exactamente de dónde provenían y en qué orden debían volver a unirse. El sistema era estricto, y no había margen para el error. Sin embargo, aún faltaba la tarea más abrumadora: ensamblar cada pieza de manera que los rayos del

sol brillaran sobre los dioses una vez más.

Nueva ubicación de Abu Simbel

Los ingenieros debieron replicar las propiedades científicas precisas de la montaña original que funcionaban como un arco para mantener el peso de la roca alejado de los templos antiguos. La solución fue crear una enorme cúpula de concreto sobre estos, para lo cual usaron 100 secciones entrecruzadas de concreto. La cúpula podría sostener todo el peso de la montaña y proteger, de esta manera, los templos que yacían debajo. La cara delantera de la montaña se restablecería bloque por bloque para garantizar que el templo y sus alrededores se vieran como si nunca se hubieran movido.

Y Ramsés volvió a brillar...

Entrada del sol en el interior del Templo de Ramsés II

La tarea de ensamblado llevó 19 meses extenuantes, luego de lo cual debió ocultarse el trabajo manual, ya que había diez kilómetros de cortes entre los bloques del templo que debían llenarse con argamasa para cubrir todas las señales de la cirugía. El 31 de octubre de 1968, cuatro años y medio luego de que había comenzado y, sorprendentemente, 20 meses antes de lo previsto, el proyecto se completó. Sin embargo, aún quedaba el momento de la verdad: descubrir si el templo de Ramsés se había alineado de forma correcta para permitir que el sol brillara a través del santuario interior esos dos días al año.

Templo de Nefertari en el compleojo Abu Simbel

La mayoría de las juntas en la piedra se rellenaron, pero dentro de los templos aún se pueden ver los cortes en los bloques. En cuanto al fenómeno de la luz, existen datos divergentes con respecto a la fecha en la que el sol debía brillar sobre Ramsés y los dioses, pero al parecer, a pesar de los esfuerzos de los ingenieros, el desplazamiento de los templos hizo que el sol penetrara en el santuario con una pequeña modificación en cuanto al tiempo. Sin ​embargo, el espectáculo aun puede disfrutarse hasta nuestros días.

Editorial Mascarón de Proa

Fuente: The salvage of Abu Simbel Temple. Summary of Concluding Report on the Salvage of the AbuSimbel Temples by Vattenbyggnadsbyrån, Stockholm.


Discurso Paenza
Virus informático

¿Te gusta sacar fotos?

Participá de la muestra fotográfica

Encontrá temas de tu interés

Masacarón de Proa

Argentina

©Copyright 2016

Suscribite a nuestro boletín electrónico

No te pierdas las novedades

  • Grey Twitter Icon
  • Grey Facebook Icon
bottom of page