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Islas Malvinas: una mirada diferente

Historia, flora y fauna

El poblamiento de las Islas Malvinas comenzó paulatinamente luego de la Independencia de las Provincias Unidas. Como parte del proyecto del nuevo gobierno criollo, a partir de 1820 ciudadanos de las provincias del Río de La Plata viajaron para establecerse en las islas. Criollos, gauchos y descendientes nativos se enfrentaron a las inclemencias de un clima tan diferente al continental.

Recién en 1829, las Islas Malvinas tuvieron a su primer gobernador, Luis Vernet, quien se trasladó con su esposa e hijos. Algunos detalles de la vida en las islas se conocieron a través del diario de María Saéz de Vernet, esposa del gobernador. Allí cuenta detalles del nacimiento de la primera argentina en tierra malvinense: su hija Matilde Vernet, apodada Malvina. Luis Vernet hacía cumplir la ley de las Provincias Unidas y cuidaba las costas de piratas y loberos extranjeros, que mataban lobos marinos en las costas.


En 1831, tres embarcaciones con bandera estadounidense atacaron ferozmente a estos animales para comercializarlos. La tripulación de una de las embarcaciones fue tomada prisionera y llevada a Buenos Aires para ser juzgada. Vernet partió en el barco rumbo al territorio continental junto a ella a fines de 1931.


Durante su ausencia, la población de las islas sufrió las consecuencias de una fuerte represalia por parte de la tripulación de una nueva embarcación estadounidense. Luego de quemar ranchos y golpear a los habitantes, los amenazaron con ahorcar al gobernador si regresaba. El maltrato y las amenazas permanentes de los estadounidenses durante más de veinte días, consiguieron que muchos de los pobladores abandonaran las islas. La población estable de casi doscientas personas se redujo considerablemente. La resistencia de quienes permanecieron pese a todo fue liderada por Antonio El Gaucho Rivero, quien sería apresado y llevado a Inglaterra poco después, a la llegada de los invasores ingleses, hecho que sucedería en 1833. Los pocos pobladores que habían permanecido en las islas fueron sometidos a la autoridad británica…Podemos decir que el resto es historia conocida, pero tal vez no sea tan así.


Probablemente, una de las consecuencias más dolorosas que dejó el gobierno militar que usurpara el poder democrático en 1976, haya sido la malaventurada guerra de Malvinas. Un manotazo de ahogado de un régimen en declive que costó la vida de cerca de mil combatientes entre guerra y posguerra y que coartó la posibilidad de cualquier entendimiento diplomático, la única vía de negociación que debería conocer el género humano.

Si hay muertes no hay solución, ningún asunto se zanja donde queda daño y dolor. Ningún pueblo construye un futuro cierto sobre las arenas movedizas de una herida que no cierra, de algo que no debió ser. Las guerras son gestionadas desde cómodas oficinas por un puñado de burócratas, que no hacen otra cosa que mostrar lo poco que les importan las vidas de su pueblo, aunque se esmeren en justificar tales aberraciones con discursos grandilocuentes.


El 2 de abril de cada año recordamos a los caídos y a los ex combatientes de Malvinas, quienes fueron carne de cañón de una artimaña cívico militar cuanto menos macabra. Y las pérdidas y daños son invaluables. Pero el recuerdo no debe privarnos de una reflexión que nos permita entender y conocer por qué recordamos. La formación de una conciencia histórica implica más que traer a la mente un episodio. Escapa a nuestro objetivo marcar la conclusión final de esa reflexión. Pero sí nos gustaría, si el lector nos lo permite, al menos sugerir un camino, que sigue tres líneas paralelas: Concebir la vía diplomática como único medio para la resolución de cualquier conflicto del género humano; reflexionar acerca de la importancia de defender y no dejar de abogar por aquellos que creemos, son derechos legítimos; y por último, aunque no menos importante, ser capaces, como sociedad, de advertir e involucrarnos cuando los intereses de los gobiernos se desvinculan de la voluntad, las necesidades o el bienestar de los pueblos. Confiamos en que nuestro lector abrirá su propio camino a la reflexión nutriéndose de información y principios morales.

Desde Mascarón de Proa pensamos que además del aspecto histórico era bueno ofrecer algo con un tinte diferente. Por eso, te acercamos imágenes de las Islas Malvinas, para tal vez cambiar un poco la idea de un lugar inhóspito con piedras y pasto. Las Islas Malvinas y las Islas del Atlántico Sur tienen una flora y una fauna muy ricas.



Desde Mascarón de Proa pensamos que además del aspecto histórico era bueno ofrecer algo con un tinte diferente. Por eso, te acercamos estas imágenes de las Islas Malvinas, para tal vez cambiar un poco la idea de un lugar inhóspito con piedras y pasto. Las Islas Malvinas y las Islas del Atlántico Sur tienen una flora y una fauna muy ricas.


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