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Cooperativismo: una alternativa saludable

Hay un mundo mejor y está al alcance de las manos. Durante siglos, la humanidad se ha esclavizado trabajando en grandes

empresas impersonales cuyo único fin es el lucro y que solo ven en sus empleados herramientas para alcanzar ese objetivo. No ven personas, ven manos. Recursos. Recursos sin contexto que se usan y se desechan cuando ya no son útiles. Dado que son esas mismas empresas las que determinan el status quo mundial mediante los medios de comunicación de masas, las alternativas a este sistema nefasto no siempre son evidentes para todos. Sin embargo, existen.

Una de esas alternativas son las cooperativas, un modelo de organización sin explotación que cuenta con normas autoimpuestas destinadas a estimular a las personas a desarrollar su máximo potencial, a realizarse. En este sistema, las relaciones se horizontalizan (a diferencia de las relaciones verticalizadas o jerárquicas características de las empresas), la sabiduría sobre producción se comparte, las ganancias se reparten, las condiciones de trabajo son humanas y se resalta uno de los valores más nobles y a veces olvidado de esta sociedad moderna: la solidaridad.

La idea para este tipo de organización surgió en el siglo XIX, con la aparición de los falansterios, comunidades rurales autosuficientes que tenían el objetivo de generar una transformación social y establecer un nuevo sistema económico. Dichas comunidades contaban con no más de 1800 miembros que vivían todos juntos en un edificio y eran libres de elegir su trabajo y cambiarlo según desearan. Desde entonces, en diversos países del mundo se han producido experiencias basadas en principios similares. Los kibutz, en Israel, por ejemplo. Estos son comunas agrícolas de participación voluntaria fundamentadas en la concepción de que cada cual otorga según sus posibilidades y recibe según sus necesidades. En estas comunas, la propiedad es colectiva, las decisiones son democráticas y el trabajo no está remunerado: los miembros de la comunidad aptos para el trabajo ponen al servicio de la empresa la fuerza física y la competencia y a cambio, el kibutz cubre todas sus necesidades (alojamiento, comida, descanso, educación de los hijos, asistencia médica, etc.). En España, las cooperativas Mondragón son un claro ejemplo de solidaridad y lucha colectiva: no despiden en tiempos de crisis, sino que tratan de sumar personas que estén sin trabajo. Estas cooperativas aportan una parte significativa del PBI del país. A nivel mundial, hay mil millones de personas trabajando en cooperativas, con lo cual estas organizaciones conforman la 7.ma economía.

En Latinoamérica, el cooperativismo está resurgiendo luego de los regímenes que quisieron erradicarlas. En nuestro país, sin ir más lejos, existen varios casos de empresas recuperadas por los trabajadores después de la debacle de los años ’90 y otros más recientes aún, como los casos de medios de comunicación vaciados en los últimos años. Entre las cooperativas más destacadas del país, podemos mencionar la Cooperativa Obrera, presente en varias provincias, que está destinada a satisfacer las necesidades económicas, sociales y culturales de la población, y aquellas cooperativas que se encargan de los servicios públicos en varias ciudades del interior.

Las cooperativas de trabajo obtienen su producción sin capital y conducen su lucha diaria de manera pacífica y sin violencia. Debido a la naturaleza democrática y humanizante de estas organizaciones, desde sus comienzos han sido perseguidas por grandes empresas y sistemas políticos (como el capitalismo y los totalitarismos), que han intentado erradicarlas por considerarlas una amenaza. ¿Qué persona elegiría un trabajo con un sueldo miserable en condiciones indeseables si puede participar de una organización que le ofrece calidad humana y de vida?

Las cooperativas son un camino hacia una sociedad más justa y solidaria. Los principios de participación, educación y autonomía sobre los que se basa el cooperativismo son fundamentales para el desarrollo de todos los sectores económicos y la inclusión de todos los miembros de la comunidad. Si nos organizamos, ganamos todos.



Editorial Mascarón de Proa


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